RW Emerson, poeta y filósofo americano del siglo pasado, unas de las mentes más brillantes que Norteamérica ha producido, definía al hombre _ hoy quizá habría dicho un hombre y una mujer _ con las siguientes palabras:
“Un hombre es la fachada de un templo, en el que se encuentra toda la sabiduría y el bien. Lo que comúnmente denominamos hombre, el que come, bebe, siembra, cuenta y calcula, no es tal como lo conocemos, es una representación de sí mismo, que se está tergiversando a sí mismo. No le respetamos a él, sino al alma cuyo órgano es él, y si dejara aparecer a esta alma a través de sus acciones, haría que cayésemos de rodillas ante ella”.
El libro en el que he encontrado esta hermosa cita, es una obra recomendada por el método inspira hace unas semanas, “El desarrollo espiritual” de Swami Abhedananda. El autor sigue explayándose de la siguiente manera:
(…) El hombre que come, bebe, siembra, cuenta y calcula, es limitado e imperfecto, y es lo que llamamos el hombre “aparente”, pero el verdadero hombre es libre y todo lo sabe, es divino y siempre es feliz. (…)
(…) No sabemos cuán sabios y buenos somos en realidad. Se necesita mucho tiempo para descubrir que toda la sabiduría y la bondad de todo el mundo, vive en el alma de cada individuo. Ahora estamos buscando la sabiduría en el exterior porque estamos pensando, por error, que vendrá desde el exterior.(…)
Pero cuando guardamos silencio y éste nos habla, vemos entonces que no es así. Que la sabiduría es propia y sale desde el interior, y además viene con aquello que nesitamos oir (y a veces sentir).
Y esta sabiduría parece ilimitada, dicen los sabios de oriente y R. W.Emerson,y por lo que voy leyendo parece que sí lo es.
En oriente, a las palabras que escuchamos en el silencio de la meditación, a estas repuestas que nos vienen dadas, sin pedir, lo llaman “discernimiento”, o “la joya del discernimiento”. Y para mi, esa sabiduría viene del Ser, del Ser que está conectado con su alma, del ser que ha despertado por unos segundos; una alma en la que ha entrado una rayita de luz, y por eso ve. 😉
El hombre y la mujer que comemos, bebemos, sembramos, contamos y calculamos estamos limitados por nuestros egos tan condicionados ellos desde nuestra más tierna infancia. Y allí está nuestra labor y, al menos para mi, el significado de la vida: aprender. Aprender para que la rayita de luz sea cada día un poco más gruesa.